miércoles, 20 de abril de 2016

LA NO TAN SANTA INQUISICION


        


                       Resulta paradójico observar cómo a lo largo de la historia han surgido organismos, instituciones y hasta países que han elegido nombres para presumir precisamente de lo que no eran. Cuando un país se llama a sí mismo "democrático" es mejor no visitarlo, estoy pensando por ejemplo en la extinta República Democrática Alemana, tan democrática como la República Democrática del Congo. La Santa inquisición creo que resultaría otro buen ejemplo. Pocas cosas más tan viles y menos santas que la inquisición podemos encontrar en la Iglesia en estos 2000 años de historia.
 
De alguna extraña forma los modos y métodos inquisitoriales, convenientemente edulcorados y revestidos con el barniz de la modernidad y la progresía, nunca han dejado de actuar y resulta imposible vivir completamente ajenos a sus dictados.
Al fin y al cabo presumimos de todo lo que se puede presumir en las redes sociales, perfectamente sometidos a su servidumbre y evitamos que salgan en los selfies que nos hacemos las cadenas que nos atan y las pesadas bolas de modernos presidiarios que arrastramos.  


En realidad pareciera que los inquisidores nunca han llegado a desaparecer del todo, más bien en absoluto, con la diferencia que ahora les elegimos democráticamente para que nos tutelen, orienten y corrijan. Y que para justificar sus puestos funcionariales, sus centros de trabajo, departamentos, presupuestos y hasta ministerios, tienen que ofrecer algún signo de actividad. 
Desconozco completamente cuánto nos costó a los españoles el ministerio de igualdad que creó Zapatero y que lideró la que sigue siendo desde entonces la ministra más joven de nuestra breve historia democrática, Bibiana Aido. También desconozco si el conjunto de políticas que se impulsaron desde ese ministerio han valido para algo, quiero pensar que sí.
Aquella fue la ministra de "los miembros y las miembras" y de la igualdad de todos y todas por orden ministerial, retorciendo el sentido común hasta el disparate.


Y por lo visto, en la Junta de Andalucía siguen pensando que merece la pena gastar el dinero público en sostener un cuerpo inquisitorial que nos diga a todos y todas cómo debemos expresarnos y qué palabras son adecuadas y por tanto se pueden usar y cuáles no.
Pero en esta ocasión han ido un poco más lejos y no se quedan en meras sugerencias o recomendaciones, sino que son de obligado cumplimiento y de no ser observadas en los ámbitos públicos se amenaza con la delación y la multa, y para ello se ha creado un cuerpo de inspectores lingüísticos que supuestamente vigilarán en colegios, institutos, universidades etc la observancia de tales normas, al más puro estilo catalán.
Así, desde la junta nos obligan a decir "el funcionariado" en vez de "funcionarios"; no existen ya los becarios, sino las "personas becarias" También han desaparecido "los andaluces" en favor de "la población andaluza"... Y sigue la lista con otros ejemplos igualmente previsibles... "la infancia" por "los niños", la "tutoría" por "los tutores", y por supuesto, "la ciudadanía" por "los ciudadanos". Se ve que la fórmula de "ciudadanos y ciudadanas" etc no acaba de cuajar entre la población silvestre. Y así ad infinitum a mayor gloria de Don Ramón María del Valle Inclán.   


Todo esto no dejaría de ser una risible y carísima ocurrencia más de los poderes públicos si no fuera  porque Andalucía ha sido declarada recientemente por EUROSTAT -algo así como el Instituto Nacional de Estadística pero a nivel Europeo- como la región con la tasa de desempleo y el índice de subdesarrollo más elevados de toda Europa, dándose la circunstancia de ser esta región española la única Comunidad Autónoma de todo el país que no ha conocido más gobierno que el socialista en todos estos años de democracia.


Como para seguir gastándonos los dineros de la ciudadanía en estos asuntos. Y como para seguir escuchando a PSanchez decir día sí día también que quiere liderar un "gobierno de progreso". Progreso.