Entrada de Castro en la Habana, en 1959. A su derecha, Camilo Cienfuegos; a su izquierda, Huberto Matos.
Se nos amontonan los muertos, una marea de panegíricos nos abruma, los negros no dan abasto para cubrir tanta necrológica y tanta reseña. Siempre son los mejores los que se van, y el resto, los que quedamos.
Hoy quiero recordar a Huberto Marcos, uno de los más significados líderes de la genuina revolución cubana que sin embargo no disfrutó de las mieles del éxito ni la fama ni el poder ni el dinero de la familia Castro o del propio Che Guevara, uno de los iconos del merchandaising y la mercadotecnia más recurrentes, socorridos y utilizados por el capitalismo. Una chapita, una bandera, un poster del Che con la legendaria y ya universal fotografía firmada por Alberto Korda a la que rindo pleitesía con este ingenioso trabajo de retoque.
Todos estos elementos, decía,
forman parte del kit básico para un manifestante de base en una de las
manifestaciones y algaradas callejeras izquierdistas. Hoy día puedes encontrar
cualquiera de estos artículos en los cajones de saldos de Carrefour Discount.
Definitivamente la revolución ha
sido aplastada por su propia iconografía. La revolución fagocitada por su
propia metáfora. La insoportable imposibilidad de mantenerse en pie pese a los
esfuerzos agónicos de una gerontocracia cuyo sueño es perpetuarse a sí mismos
en forma de espectros, ectoplasmas y, si es necesario, momias. La izquierda
siempre ha sabido presumir de momias.
Pero no nos desviemos del tema que nos ocupa, volvamos a honrar al
camarada Huberto.
Huber Matos fue de todo en la
revolución cubana: llegó a lo más alto en la guerrilla de Fidel Castro, y
también fue líder en la cárcel y en el exilio de Miami. Bajó de la Sierra
Maestra como comandante y tomó la ciudad de Santiago de Cuba el 1 de enero de
1959, entrando una semana más tarde a La Habana como un héroe junto a Camilo
Cienfuegos y Castro. Condenado por traición a los diez meses del triunfo
revolucionario, cumplió 20 años de cárcel en diversas prisiones de la isla,
convirtiéndose en un reo legendario. Al ser excarcelado y llegar a Miami, Matos
fundó la organización anticastrista Cuba Independiente y Democrática (CID), con
la que abogó por el derrocamiento de Castro por las buenas o por las malas. El
jueves, a la edad de 94 años, murió de un infarto en la capital del exilio
cubano y hasta el último momento mantuvo sus posiciones radicales. Tanto por su
tono como por su contenido, la voz de Matos en la radio de Miami era de las que
más fuerte sonaba, hasta el extremo de que hace unos años llegó a hacer un
llamado a los militares cubanos para que se alzasen contra el Gobierno.
Todo ha sido en vano; Matos ha
muerto sin poder ver cumplido su sueño. Una Cuba Libre. Matos lucho para
derrocar al golpista Batista, pero el remedio se mostró mucho peor que la
enfermedad en sí. Hoy Cuba es la mayor cárcel del mundo. Un presidio a cielo
abierto, con unas vistas de fantasía y un mar Caribe de ensueño. Una naturaleza
y un clima propicios y generosos, una tierra fértil. Y sin embargo todo esto
vale de nada cuando cae en manos del comunismo -hoy se llaman asi mismos,
eufemística y tímidamente socialistas, tras la estrepitosa caída del muro de
Berlín.
Su oposición a la dictadura
batistiana le llevó a exiliarse en Costa Rica en 1956, donde entabló amistad
con el presidente José Figueres. Cuando Castro organizó la expedición del yate
Granma y se hizo fuerte en la Sierra Maestra, Matos consiguió preparar una
expedición con armas y voluntarios y aterrizó con una avioneta en las montañas
de Cuba, uniéndose a los barbudos. Terminó la guerra con el grado de
comandante, el más alto de la guerrilla, al frente de la columna 9ª Antonio
Guiteras.
Tras tomar Santiago de Cuba y
entrar triunfalmente en La Habana en el mismo jeep de Castro y Cienfuegos,
ocupó diversas responsabilidades hasta que fue designado jefe del Ejército
Rebelde en la provincia de Camagüey.
Desde muy pronto Matos se opuso
al giro radical de la revolución, y cuando percibió que esta se inclinaba hacia
el socialismo y entraban en las instituciones del Gobierno miembros del antiguo
partido comunista (el Partido Socialista Popular) escribió una carta personal a
Castro renunciando a su cargo. “No deseo convertirme en un obstáculo para la
revolución y creo que, teniendo que escoger entre acomodarme a las
circunstancias o hacerme a un lado para no causar ningún daño, lo más
revolucionario para mí es irme…”, decía en la misiva, enviada al líder cubano
el 19 de octubre de 1959.
Matos agregaba: “Si se quiere que
la revolución triunfe, dígase a dónde vamos y cómo vamos, óiganse menos los
chismes y las intrigas, y no se trate de conjurado o de reaccionario al que con
criterio honrado plantee estas cosas”. Aunque Matos siempre aseguró que esta
carta fue la verdadera causa de su encarcelamiento, Fidel Castro y sus
seguidores dijeron que en realidad preparaba un levantamiento en Camagüey y
Camilo Cienfuegos fue enviado a detenerle allí. Huber Matos se entregó sin
oponer resistencia, y Cienfuegos, al regresar a La Habana, se estrelló en una
avioneta debido al mal tiempo.
El juicio a Matos se celebró el
11 de diciembre en el antiguo campamento militar de Columbia y allí intervino
Castro durante varias horas seguidas para acusar a su antiguo comandante de
traición. El Che Guevara y Rául Castro eran partidarios de la pena de muerte,
pero Fidel Castro dijo que si se hacía eso se le convertiría en un “mártir”.
Finalmente el tribunal lo condenó a 20 años de prisión, de los que no se le
perdonó ni una hora.
A su salida de la cárcel, Huberto
encontró refugio en Costa Rica, para finalmente establecerse en Miami, desde
donde ha hecho todo lo humanamente posible por el restablecimiento de la
democracia en Cuba. Así, hasta el último de sus días el, 27 de Febrero de 2014.
Así pues, Huberto Matos, descansa
en paz.
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sábado, 1 de marzo de 2014
EN LA MUERTE DE HUBERTO MATOS
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