martes, 27 de junio de 2017

LA TRADICIONAL HOSPITALIDAD BAVARA

 
 
Resulta perfectamente plausible que en la lejana república de Weimar hubiera en realidad muy pocos nazis auténticos, más allá de una élite de matarifes y genocidas. Las temibles SS.
Y también es muy posible que la inmensa mayoría de la población alemana vomitara de asco y rabia al saber cuáles eran los métodos que empleaban sus dirigentes para intentar devolver la gloria perdida tras la primera guerra mundial al viejo imperio germánico.
Aunque la inmensa mayoría abominara de las horribles atrocidades que preferían ignorar o ni si quiera atisbar. Quizá por miedo, quizá presas del paroxismo destructor y arrastrados irreflexiva e inevitablemente por un vendaval incontrolable de violencia extrema que les llevara incluso a justificar el horror.
 
Quizá sea este el caso más terrible y paradigmático de pueblo soberano que elige democráticamente a sus dirigentes para luego ser conducidos por éstos a la destrucción total.
 
De hecho estoy convencido que el pueblo alemán era en realidad tan pacífico, tan hospitalario y tan encantador como cualquier otro. ¿No se dice acaso esto de todos los pueblos del mundo?
 
Y no sólo de los pueblos como entes inasumibles y abstractos; también se dice del asesino, el violador o el pederasta cuando preguntan los periodistas a sus vecinos... "No lo entiendo, jamás hubiera sospechado nada... siempre saludaba educadamente en el portal... la semana pasada recuerdo que me ayudó incluso a subir las bolsas de la compra... era un buen vecino. Además... bajaba la basura en varias bolsas de distintos colores; no me cabe duda que reciclaba".
 
Esa misma extrañeza hacia el individuo solitario que resulta ser en realidad un asesino se puede extrapolar al conjunto de "el pueblo".
 
He tratado en varias ocasiones a lo largo y ancho de este cuaderno de notas el fenómeno de "el pueblo", ese que nunca se equivoca, ese que es soberano, ese que es "llamado a las urnas" en un día soleado de domingo para ejercer su derecho al voto y elevar un acto ordinario a toda una celebración de la comunidad y la convivencia; es "la fiesta de la democracia".
 
La inmensa mayoría de los alemanes formaban parte de este pueblo pacífico, trabajador y extraordinariamente hospitalario, pero en realidad -puede que básicamente por miedo- fueron muy muy pocos los que intentaron evitarlo o se manifestaron frente al horror. O colaboraron de uno u otro modo, o lo ocultaron, o no quisieron verlo, o sencillamente prefirieron esconderse y esperar a que la devastación cesara.
No es fácil de explicar, pero si alguien lo ha intentado, desde mi punto de vista, con perfecta verosimilitud, es Hannah Arendt en  "La banalidad del mal".
 
Así pues, resulta del todo irrelevante que la inmensa mayoría del pueblo germano fuera como cualquier otro pueblo, igual de pacífico, acogedor y hospitalario. Eso no frenó en absoluto ni detuvo el horror.
 
Como también resulta del todo irrelevante que el inabarcable pueblo ruso fuera igual de pacífico, acogedor y hospitalario mientras 20 millones de compatriotas morían victimas de la brutal represión, el exterminio ideológico y religioso, o en los campos de reeducación y trabajo.
 
Tan irrelevante como lo pacífico que debía ser el pueblo japonés cuando durante los años 30 del siglo XX exterminó a 12 millones de civiles chinos...
 
Y así podríamos estar hablando largo tiempo sobre genocidios y exterminios cometidos en pueblos y países igualmente encantadores como sucedió en Vietnam, Camboya, Ruanda, los Balcanes etc etc. Y estoy convencido que en todos los casos, la inmensa mayoría de individuos que formaban parte de estos pueblos que resultaron ser genocidas y letales, debían ser gente afable, hospitalaria y extraordinariamente acogedora.  
 
Hoy día una de las principales amenazas, si no la principal, para la paz en el mundo, es precisamente la de un pueblo y una religión, el Islam, que dice ser tan pacífica y hospitalaria como todas las anteriores, y una vez más, si esto es así o no, resulta del todo irrelevante.

Porque, maldita sea la realidad, qué tozuda es, lo cierto es que el Islam día tras día nos muestra su cara; atraso, incultura, miseria, corrupción, totalitarismo, misoginia, machismo atroz, negación absoluta de la mujer y sus derechos, medievalismo y en definitiva, total falta de respeto a los derechos humanos.
Y esto en el mejor de los casos, porque el Islam llevado al extremo, al fanatismo, también vemos día tras día lo que realmente significa; terrorismo, destrucción, torturas, matanzas, secuestros, violaciones... Muerte al que no opina o es como ellos. 
 
Por tanto no es de extrañar que muchos mostremos un frontal rechazo a un Islam absolutamente incapaz de convivir con la sociedad y los valores que defendemos en Occidente, y es aquí donde surge la paradoja...
Desconozco quién ha acuñado el término "islamofobia", pero quien lo ha hecho pretende sin duda hacer ver que quienes plantamos cara a esta religión por todo lo que hemos visto y vemos que significa, somos intolerantes, racistas, fascistas incluso.
Han acuñado un término que parece describir una patología, como fobia que es. Se ha revestido una actitud racional y comprensible de rechazo a la violencia, de patología, de enfermedad. 
Así pues, los que realmente condenamos la violencia somos los enfermos.
Y es verdad, el término "islamofobia" ha cuajado y lo utilizan indistintamente todos los medios de comunicación de Occidente, países que, entre otros, somos víctimas del terrorismo islamista.
 
Así que ya sabemos de qué nueva patología tratarnos si alguna vez vamos al psicólogo o al médico de cabecera. ¿Es grave doctor?