martes, 22 de septiembre de 2015

LO QUE DE VERDAD IMPORTA

Hace unas semanas tuve la oportunidad de asistir a un congreso organizado por la fundación "Lo que de verdad importa". Habitualmente esta fundación organiza "eventos" para altos directivos en los que se explican en un acto plagado de guiños pretendidamente cómplices, anécdotas más o menos creíbles y simpáticas y curiosidades varias, historias de superación y "éxito" que ayuden a los asistentes a ser más permeables a valores como el compañerismo, la generosidad, la lealtad, la autenticidad, la satisfacción por el trabajo bien hecho y por supuesto, no puede faltar en estas charlas la cooperación, el trabajo en equipo y la capacidad de delegar funciones y responsabilidades. Ah, y el compromiso con la empresa.
 
Estos temas son ya clásicos y recurrentes en este tipo de charlas que habitualmente protagonizan glorias más o menos conocidas del mundo del deporte y por las que cobran cantidades muy importantes. Luego, las empresas que pagan la asistencia a este tipo de actos pueden presumir públicamente de dar una formación integral "humana y en valores" a sus directivos, lo cual les ayudará a tener, qué duda cabe, una mejor imagen. Gana pasta el ponente, gana pasta la empresa -fundaciones con nombres sugerentes, normalmente- que organiza y vende el "evento" y la empresa que lo compra mejora su imagen, lo que le ayudará a vender más. 
Los directivos pasan un rato ajenos a las obligaciones y exigencias diarias del trabajo, comparten unos chascarrillos, unos bostezos y unos emparedados. Y todos contentos.
 
En concreto, el ponente que a mi me tocó había sido un escalador profesional. El paralelismo entre el equipo directivo y la cordada era inevitable. Si uno se cae arrastra a todos los demas, tenemos que apoyarnos unos a otros, hacernos las cosas más fáciles, despejar y superar obstáculos para así poder lograr entre todos y con un esfuerzo común y coordinado, la cumbre. La cima, el non plus ultra. El éxito. El éxtasis.        
 
Pero regresando al lodazal de las almas mortales, vemos que se ha descubierto un nuevo pastel. Esta vez protagonizado nada menos que por VW...
Ya sabemos que en USA, la Agencia de Protección Medioambiental no es una mera institución donde colocar a cadáveres políticos y amigos otrora influyentes agradeciéndoles los favores recibidos.  El fraude es de proporciones enormes, tan colosal como la multa a la que se enfrenta el fabricante; 18.000 Millones de dólares. Y es que según denuncia la EPA, el fabricante alemán había diseñado un software específico que gestionaba su centralita electrónica de tal manera que cuando el coche era sometido a un análisis de emisiones de gases, el coche se comportaba ejemplarmente y mantenía las emisiones a raya, pudiendo así superar el test cumpliendo con la exigente normativa americana al respecto. Una vez que la centralita detectaba que ya no se encontraba en "modo test", pasaba a un funcionamiento mucho menos comedido con las emisiones, incumpliéndolas por amplio margen, lo cual otorgaba al motor una mayor alegría de la que poder también presumir. Un engaño sofisticado que afecta a las centralitas de 482.000 coches diésel VW y Audi y que supuso invertir una considerable cantidad de recursos en programar estas centralitas para que actuaran de la forma deseada por el fabricante.
 
Personalmente me gustan bastante las campañas de publicidad de estas dos marcas. Transmiten con fidelidad la imagen que quieren que tengamos de sus coches y envuelven al posible cliente en un conjunto de sensaciones placenteras y deseables. Desde el atractivo de la juventud y la belleza hasta el éxito profesional, pasando obviamente por el seductor diseño y el placer de conducir tan sofisticadas máquinas. Pero en los últimos lustros se ha sumado un argumento de ventas igualmente potente que se ha hecho imprescindible y está prácticamente presente en toda la publicidad: la responsabilidad medioambiental. Ser "eco-friendly", cuidadoso con el entorno y declarar públicamente la guerra al archicacareado calentamiento global, vende.
 
Para eso pagan verdaderas fortunas a las agencias de comunicación. Da igual cómo sea yo de verdad; lo importante es lo que piensen los demás, y para ello invierto lo que haga falta en ofrecer y proyectar esa imagen que me haga más atractivo a los ojos de los consumidores. Y así me comprarán más fácilmente.
Hace 20 ó 30 años los argumentos de venta eran distintos, entonces hablaban de prestaciones, de aceleración, de velocidad punta. Era lo que vendía. Y si lo que pudiera ayudar a vender un producto ahora fuera su fuerte carácter prerafaelita, pues las marcas no tendrían ningun empacho a la hora de declararse prerafaelita de toda la vida, como el que más.
Porque no nos olvidemos, de lo que se trata es de vender. Por encima, ya lo vemos, de cualquier otra consideración.  
Lo hemos visto ya varias veces en este blog, en entradas como esta que habla del fraude contra la libre competencia y los consumidores cometido por Cepsa y Repsol o en esta otra que trata sobre el engaño masivo de los productores españoles de azafrán.
A los directivos y consejeros delegados de VW les importa muy poco o quizá nada el medio ambiente, como tampoco les importamos los consumidores excepto a la hora de comprar sus vehículos. Lo que de verdad les importa es la cuenta de resultados, las ventas. Hay que vender más, y a toda costa. Porque sólo así podrán seguir manteniendo sus enormes privilegios, su estatus incuestionable: Sus viajes, sus dietas, sus lujos, sus putas, sus comilonas, sus vacaciones a todo trapo, sus barcos, sus cuentas opacas en Ginebra o en Belice, sus pensiones y jubilaciones de escándalo. Esto es lo que de verdad importa.
 
Todo lo demás, tonterías.  

1 comentario:

Unknown dijo...

Pues claro Gonzalo, ¿qué te esperabas?, con la edad que tienes...las empresas existen para hacer ricos a sus dueños. Punto y pelota.