lunes, 9 de febrero de 2015

PANTA REI

 
                      Que vivimos tiempos convulsos es una verdad impepinable que nadie se atrevería a discutir hoy. Todo resulta éfimero -cuando no vano- todo es difuso, todo es opinable, pero sobre todo, TODO es cambiante. Cobra más sentido que nunca aquella máxima presocrática "En los mismos ríos entramos y no entramos, pues somos y no somos los mismos". Este aforismo ha sido dulcificado y traducido habitualmente para su mejor comprensión como "Nunca un hombre se bañará dos veces en el mismo río".
Obviamente Heráclito, de haber estado al corriente de las actuales normas de corrección política de obligado cumplimiento, debía haber dicho "Nunca un hombre/mujer/transexual etc se bañará dos veces en el mismo río/ría". Ya entonces lo que explicaba la realidad era el cambio. El cambio, el devenir y la perpetua lucha de los opuestos que garantizan con su eterno enfrentamiento la continuidad de la realidad, la continuidad del cambio mismo.
 
La nada carecería de sentido sin su opuesto, el todo, y viceversa, y así sucede con infinidad de conceptos que dan sentido al mero hecho existencial. Lo finito necesita de los infinito para concretarse; el blanco del negro, el agua del fuego, la luz de la oscuridad y el sonido del silencio.
Ya entonces el motor que hacía avanzar el devenir de las cosas era el cambio. Pero... ¿Cómo ha ido evolucionando y modificándose -cambiando- el cambio hasta llegar a nuestros días? Acelerándose, claramente.
El entorno cambiante ha dado paso al estadio actual en que nos encontramos, que es el entorno turbulento.
 
Y retomamos aquí el concepto de obsolescencia programada, que parece no solamente afectar a los miles de dispositivos electrónicos de los que nos rodeamos, porque de alguna extraña manera las relaciones personales están sujetas -me refiero básicamente a los noviazgos/matrimonios- a esta nueva ley que todo lo rige y lo gobierna. Que los fabricantes de estos dispositivos y tecnología son los grandes favorecidos con esta inagotable corriente consumista de compra-disfrute-antigualla ó rotura-punto limpio resulta evidente. Pero... ¿Quién se beneficia de los altísimos ratios de separaciones y divorcios? Pues se que ocurre que, para empezar, hay toda una industria auxiliar que se alimenta ferozmente de este frenesí fagocitador... Desde los abogados hasta los bancos. Dos personas que antes vivían juntas y ahora separadas necesitan dos casas, dos hipotecas, dos tostadoras, dos  sanitarios -o más- dos aspiradores y así aeternum. Pasando por supuesto por las webs de ligoteo, actividades para "singles", contactos, viajes etc. Es decir, todo un sector económico por sí mismo se nutre y regocija con el actual estado turbulento de las cosas...
 
¿Se os ocurre alguna otra situación que con el paso de los años haya dejado de ser estable para convertirse en efímera?
¿Y alguna otra actividad empresarial o económica que se beneficie de tanta turbulencia?   

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